El
calor de la sangre que escurre por su piel lo quema, es una sensación
insoportable. El sofá en el que pensaba iba a consumarse el amor término siendo
el testigo mudo de como poco a poco su cuerpo se desvanecía.
Aun
así, débil, sin fuerzas para luchar la mira a los ojos
—realmente
me gustabas, aun me gustas—. Dice con una voz débil y entrecortada.
—A
mí también me gustas, no solo me gustas, me pareces delicioso—. Dice María tan
tranquila que Alex no puede creer que el dolor está causado por la misma mujer.
—Recuerdo
cuando te vi la primera vez— dice María al tiempo que levanta la cabeza de Alex,
con suavidad maternal la recuesta en sus piernas.
Era
tarde, por cosas de la casualidad llegue al mismo bar. Ya Jaime me había
hablado de ti, lo más notorio fue que el licor no parecía hacerte nada, pensé
que el licor y tú eran los mejores amigos.
—¡Alex!,
¿aun te parezco bonita?— pregunta María jalándole el pelo con extrema rudeza,
el no responde, su forma de perder sangre era constante, la fuerza no le daba
para más que mirarla fijamente.
De
un empujón María suelta la cabeza de Alex y se pone de pie
—Pues
no me importa lo que pienses, aun aguanto y mucho, eso me dicen todos, tú eres
el único que no me mira con morbo—
Recuerdo
cuando nos besamos por primera vez, fue rico, no lo mejor pero rico. Ese día quería
un café y tú como siempre una cerveza, acepte la cerveza y de paso comprobé que
en efecto tú mejor amigo si era el licor, pero no fue inconveniente. Muy
sutilmente me dejaste buena impresión, y muy velozmente me provocaste. En ese
momento decidí que serias mi primera vez.
Alex
con sus ojos demostraba entenderlo todo y con un dolor punzante dijo, —Nunca
dijiste que esta sería tu primera vez—.
—¿Y
para qué?, para que decía eso, te ibas a predisponer, ibas a huir, pero eso ya
no viene al caso, el caso es que estamos acá juntos—.
María
camina en rededor de Alex acariciándole la cara, en el momento que llega detrás
de él lo abraza por la nuca, —cuando sentí que ibas a ser mi primera vez me
puse nerviosa, mi efusividad creció y solo deseaba que fuera ya, quería ya,
pero quería que fuera perfecto, quería recordar esto para siempre—.
De
un brinco María queda en las piernas de Alex al tiempo que este deja salir un grito
de dolor, —Ven párate, acompáñame a la mesa—.
El
dolor de Alex es cada vez más fuerte y aunque la distancia que recorren es de
pasos, duran más de lo normal en llegar a la mesa.
Al
sentarse Alex descansa, ya sus fuerzas llegan a su fin, María lo acomoda le
pone una servilleta en las piernas la cual inmediatamente se enrojece. Ella se
sienta al lado de él.
—Cuando
estaba en la escuela de cocina tenia ideas muy claras de mi sazón, supe siempre
que la carne que se marina en una buena cantidad de licor es más tierna y muy
deliciosa—. Esto lo comento en el momento que servía un delicioso Hígado
relleno con risotto roquefort, —cuando imagine como sería mi primera vez
siempre pensé que este sería el plato que acompañaría mi velada, y al conocer
tus gustos supe que serias perfecto para cumplir una de mis fantasías, no niego
que fue difícil remover años de grasa, pero valió la pena no hubiera podido
encontrar un hígado más marinado que el tuyo—.
Mientras
dice esto sirve dos copas de vino tinto de la cual le alcanza una a Alex, toma
el cuchillo, el tenedor y con delicadeza propia de una chef, corta un trozo de
hígado del cual le da un bocado a Alex, este, aunque sabe que el plato de su
ultima cena es el mismo no tiene fuerza para rechazar el bocado, María con
fuerza obliga al suculento hígado a ingresar en su boca, al mismo tiempo ella come,
mastica, saborea, —Ummm, yo sabía que eras delicioso—.
Nos vemos luego del mundial, no me da la cabeza para hacer dos cosas al tiempo, entonces, me dedico a ver fútbol.